Dos años pueden ser una eternidad para la industria tecnológica: mucho tiempo para que las empresas innoven, lancen un nuevo producto, alcancen su punto máximo en el mercado de valores… y luego vuelvan a caer en picado.
Piense en las burbujas que rodearon brevemente a la impresión 3D, las gafas inteligentes o el metaverso.
Pero de alguna manera ChatGPT ha escapado a ese destino porque dos años después de su lanzamiento, cuando el entusiasmo por el metaverso comenzó a colapsar, todavía está en boca de todos y ha logrado revolucionar la forma en que muchos de nosotros vivimos y trabajamos.
El conocido chatbot de OpenAI ha colocado firmemente la inteligencia artificial generativa (genAI) en la esfera pública, provocando una ola de imitadores e incluso moviendo las agendas de los más altos órganos políticos.
La Unión Europea, por ejemplo, llevaba varios años trabajando en una nueva regulación para la IA, pero esto se vio completamente trastocado por la aparición de la IA generativa. Se renegoció en un tiempo récord, dando como resultado la Ley de IA aprobada el pasado diciembre.
Este hecho muestra que esta tecnología no se trata sólo de posibilidades, sino también de leyes, ética y filosofía, y desafíos de seguridad y privacidad. Además, ha revelado las estrategias opuestas de los bloques geopolíticos en la carrera por la economía digital.
Todo ello, debido en gran parte a la explosión de ChatGPT. De hecho, seis meses después del lanzamiento del chatbot, el Future of Life Institute pidió en una carta abierta una pausa en su desarrollo, afirmando que sus riesgos no se podían controlar, llegando incluso a decir que podría suponer un peligro para nuestra vida. civilización tal como la conocemos si se construyeran sistemas que superaran a los humanos. Más de 31.000 personas firmaron la carta, incluidas figuras de la industria como el cofundador de Apple, Steve Wozniak, y el cofundador de OpenAI, Elon Musk.
ChatGPT rompió todas las predicciones. Un estudio de la UBS encontró que fue la aplicación de consumo más rápida en alcanzar los 100 millones de usuarios, en sólo dos meses, aunque desde entonces ha sido superada por la red social Threads de Meta. Y, a nivel empresarial, cuenta con un millón de licencias. En total, cuenta con más de 180,5 millones de usuarios activos mensuales a abril de este año, y su página fue visitada por 1.625 millones de visitantes en el mes de febrero, según PrimeWeb.
«Ha transformado la forma en que interactuamos con la tecnología», dice Fernando Maldonado, analista independiente. “Hoy en día, cualquiera puede acceder a la IA sin necesidad de conocimientos avanzados ni intermediarios, algo que antes estaba reservado a los especialistas”.
Sara Robisco, científica de datos y autora del libro Historia de la Inteligencia Artificial, añade que también ha habido un gran movimiento de marketing para que todo el mundo lo utilice.
Inteligencia en evolución
Ha sido posible llegar a este punto, afirman los dos expertos, gracias al uso de una enorme capacidad informática, alimentada por nuevas fuentes de datos procedentes de multitud de foros, documentos y redes sociales.
“La IA generativa destaca porque sus mejoras se deben al uso intensivo de recursos, que dependen directamente de estas dos variables. Por ejemplo, que el modelo procese más información contextual o su acceso a casos más actualizados o especializados”, dice Maldonado.
Así, en lo que respecta a la sociedad, ChatGPT ha provocado que la gente empiece a buscar información “más o menos aceptable” en un chatbot, a ojos de Robisco.
Ahora estamos de lleno en la ‘era GPT4’, la última versión del sistema que mejora en texto, reconocimiento de voz e incluso puede generar código, lo que ha dado lugar a modelos multimodales. “Es posible crear vídeos a partir de texto”, afirma Maldonado. “En particular, este año hemos visto cómo hemos podido pedirle que dibuje algo, ampliando así las formas de comunicarse con la IA”.
Su evolución es clara, añade Robisco. “Es un modelo que ya está entrenado, que no hay que empezar de cero, lo que significa que en poco tiempo podremos ver mejoras importantes”. Pero ChatGPT todavía alucina mucho. “Hay que hacerles preguntas muy específicas y tener en cuenta que no se puede pedir algo demasiado actual”.
Y Maldonado ve que la evolución continúa: “Estamos en una etapa en la que la IA generativa está desarrollando capacidades de razonamiento, entendido como planificación y resolución de problemas de forma autónoma. Se trata de los llamados agentes de IA, que pueden entenderse como una evolución de los asistentes virtuales. Aunque aún queda un largo camino por recorrer, creo que es útil pensar que se está pasando de ser un consultorio a un colaborador que hace las cosas por ti”.
Riesgos y desafíos
Dado el potencial y el progreso ascendente de la IA generativa, plantea muchas preguntas. Uno de los más controvertidos y temidos es que puede eliminar puestos de trabajo, si es que no lo está haciendo ya, al menos los más repetitivos y automatizables. Forrester estima que la IA generativa reemplazó alrededor de 90.000 puestos de trabajo en todo el mundo en 2023, y que para 2030 la cifra aumentará a 2,4 millones.
Maldonado cree que no lo está haciendo de forma masiva ni directa. “En realidad, no busca reemplazar a las personas, sino empoderarlas. Sin embargo, a medida que estos modelos se vuelvan más sofisticados y numerosos, la productividad de los trabajadores crecerá exponencialmente. Como resultado, se necesitarán menos personas para realizar las mismas tareas.
Robisco, por su parte, se muestra optimista al respecto y cree que sólo eliminará las tareas más repetitivas, dejando la parte más creativa, importante y de valor añadido a los humanos.
Pero este no es el único tema de preocupación sobre la IA generativa: también están las propias alucinaciones, el sesgo en los datos o la falta de transparencia y trazabilidad. “Esto va a limitar algunos casos de uso, amparados por la normativa actual y las que están por venir”, afirma Maldonado.
Y no olvidemos la seguridad y privacidad de los datos que reciben esos modelos y cómo los atacantes los utilizan para refinar sus amenazas. “Habrá incluso personas que podrán obtener información privada con sólo saber cómo interrogar a la máquina”, afirma Maldonado.
OpenAI, en plena vorágine
Si la carrera de ChatGPT ha sido vertiginosa y no exenta de debates los dos últimos años, la de su empresa creadora no se queda atrás. OpenAI se fundó como una organización sin fines de lucro y, cuando comenzó a lanzar productos, Microsoft se convirtió en su principal inversor. El director ejecutivo de OpenAI, Sam Altman, se fue abruptamente, se unió brevemente a Microsoft y, poco después, regresó.
Entre los otros fundadores de la empresa, Elon Musk, que ya había abandonado la empresa, demandó a sus directores por romper con los estatutos originales y convertirse en una empresa con fines de lucro. Tenía razón, como lo confirman los últimos movimientos de la organización, con muchos ejecutivos saliendo y la empresa buscando más financiación.
También hay quienes se preguntan si el ilustre Altman se ha convertido en un lastre para la propia OpenAI.
En cualquier caso, resume Robisco, la todavía breve historia de la empresa corresponde a un “caso típico de alguien que quiere innovar con un juguete al que no le ve futuro. Pero la gente ha empezado a usarlo y lo quiere. El producto ya no es un juguete y ahora quieren ponerle precio”.
Este artículo fue publicado por primera vez, en español, en Computerworld España como Dos años de ChatGPT: la conversación que no cesa.
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